Elisa Carlos

Retrato art�stico de Elisa CarlosPara ti, Elisa, porque sé que mis palabras no te harán justicia…

Curso propedéutico para entrar a una prestigiosa prepa en el verano de 1999. Yo venía de una secundaria muy mala. Quizá todavía eran tiempos algo turbulentos para mí porque, después de haber tenido una vida tranquila y medio elegante en colegios bien, había ido a caer a una secundaria que de fina y elegante no tenía nada. Pero eso me abrió un poco los ojos a la realidad. Me había ido muy bien en esos dos años, viéndolo en perspectiva quizá porque tuve una ventaja injusta pero eso no importa, el caso es que se había tomado la decisión familiar de que regresara a los colegios de prestigio y ahí estaba, en ese curso propedéutico.

Se trataba de estar sentado varias horas al día repasando temas de física y matemáticas. Elisa era licenciado en física y por eso ella daba el curso. Era aburrido, cansado, las galletas emperador de nuez acababan de salir al mercado y su aroma me sacaba de concentración con frecuencia cuando un compañero abría furtivamente un paquete en clase. Yo era muy serio y callado, pensándolo bien me sorprende que haya hecho amigos. Y ahí es donde entra Elisa. Su clase simplemente no era normal, ella era una mujer de edad, quizá una septuagenaria consumada pero poseedora de una agilidad mental extraordinaria. Dominaba completamente el cálculo y la física, amaba su profesión. Su sentido del humor, siempre alegre, siempre agudo, nunca faltaba para hacerle frente a las más insospechadas circunstancias de la vida. Valiéndose de él, Elisa era capaz de instituir la más prodigiosa disciplina en sus alumnos.

Personajes imaginarios como el niño del mal, la niña del bien y la palabra «TAREA» eran la herramienta clave. Al iniciar la clase Elisa era como cualquier otro profesor que repartía ejercicios, explicaba ecuaciones y se quejaba de que mi signo de igual no estaba a la misma altura que la línea indicadora del cociente, en los renglones de mi libreta cuadriculada. Pero apenas comenzaba el desorden en clase, Elisa escribía en una esquina del pizarrón «TAREA» y tachaba la primera letra. Ese último gesto era suficiente para hacernos callar al instante porque la experiencia nos había enseñado que no era buena señal: si seguía el desorden la maestra tacharía la letra siguiente y al tachar la última dejaría una tarea de investigación o algun trabajo monumental de varias decenas de páginas de extensión. Habría que entregarlo el lunes siguiente, escrito a mano. Sin embargo, si nos portábamos bien y había orden y silencio por un rato, ella dibujaría en lo alto una niña con alas, armada con un arco. Si el orden seguía la niña del bien dispararía una flecha y la letra tachada sería liberada de sus amarras. El niño del bien era similar pero a la inversa, se presentaba en casos de extremo desorden y tenía mañas como poder tachar las letras de dos en dos, aniquilar a la niña del bien o simplemente verle las pantaletas por debajo de la falda. Un sistema poco convencional, una analogía quizá fuera de lugar en una preparatoria pero que funcionaba y más aún, que demostraba la peculiaridad de una mujer que ha hecho del humor una fortaleza para seguir adelante.

Por cierto que una vez dejó algo así como veinte páginas de la biografía de Oppenheimer y yo la hice por adelantado para luego no andar a las carreras… pero Elisa la canceló, estoy casi seguro de que soy el único que la hizo. Gran moraleja para los que son precavidos

Así es Elisa Carlos Dávila. Buena para jugar al ajedrez, pero no tan buena como para reconocer que retrocedió ilegalmente un caballo para no perder. Excéntrica, pero muy cuerda. Culta, llena de anécdotas. Alguna vez nos platicó que cuando estudiaba la preparatoria quiso participar como actriz en una obra de teatro para ver si se le quitaba lo tímida, pero no funcionó. Esas, contadas chuscamente con el ánimo y la vivacidad que yo no soy capaz de reproducir, fueron sus palabras para motivarnos a apoyar a un compañero que iba a hacer una función con el fin de recolectar fondos para la fiesta de graduación.
Portada del libro de Elisa
Yo no supe de su afición a la literatura hasta muy tarde, cuando ya prácticamente no la veía. Pero le di a leer mi ópera prima, un fracaso teatral titulado «El lado izquierdo». Ella fue lo suficientemente delicada como para criticar únicamente la extensión de los diálogos y la excesiva «blancura» del texto y no desanimarme. Elisa dejó el colegio antes de finalizar mi último semestre ahí, en medio de rumores y oscurantismo institucional. Fue casi al mismo tiempo que se fue mi profesor de inglés, Mario Abán. No se despidió, sólo nos mandó con una compañera su dirección de correo electrónico y el mensaje de que no había ido a decirnos adiós porque no habría podido contener las lágrimas, y que si queríamos podíamos mantener contacto por email.

No sé si alguien más le haya escrito, pero yo lo hice buscando conocerla más, dándome cuenta de que no había apreciado lo que había tenido, sorprendido de haber conocido a alguien asi. Mantuve con ella comunicación, no me contó mucho de su vida, nunca supe como es que perdió a su marido y creo que no la conocí suficiente para admirarla como lo hacen otras personas que la conocen.

Algunos fragmentos de sus cuentos:

«Un hervidero de sensaciones olvidadas le recorría el organismo e imágenes confusas de señoras nadaban desnudas en su mente.», en Relámpago en invierno.

«Joyita de los campos ruborosa
que beberá este jugo blanquecino
quiero de ti tu boca primorosa.»
, fragmento de Margarita.

«…miró hundirse en el horizonte las últimas casas del pueblo, y tuvo la certeza de que jamás volvería. Al único ser por el que hubiera regresado, lo llevaba dentro.», de Unas hierbas mojadas.

«Un calorcito de esperanza se instaló en su pecho mientras pensaba, que tal vez, al final del camino, cuando las estrellas se apagaran para ella, una sonrisa, como la última de Juan Bautista, florecería en su boca.», tomado de El legado de Juan Bautista.

Se dió entre nosotros esa especie de amistad por carta basada en la literatura, yo le mandaba algunos escritos míos y ella me contestaba con su opinión profesional, dándome apoyo:

«Querido Kurazaybo:
Tu relato es un buen relato en serio, creo que ese es tu camino, escribir. No dejes nunca de escribir aunque sea una línea antes de ir a dormir, creo que tienes talento. ¿Cuéntame qué estás leyendo? ¿Cuáles son tus libros preferidos? ¿Qué personaje literario se te ha quedado grabado para siempre en tu corazón? Hay en tu relato uno que otro pequeño detalle sin importancia, revísalo cuando haya pasado un tiempo y lo vas a descubrir. Vuelvo a repetir el relato es muy excelente (sic.), sería muy bueno que buscaras algún lugar donde publicarlo. Me despido con cariño
Elisa Carlos»
Elisa en clase
Ese apoyo ha servido de mucho, todavía lo siento y se lo agradezco. No sé que tan cierto sea lo que dice de mi talento, yo sólo escribo porque me gusta hacerlo. Elisa es escritora, no fuí a la presentación de su libro el 29 de noviembre del 2002 en la casa de la cultura, ya no recuerdo por que, pero tengo una copia de «Una ayuda ficticia», que es un libro de cuentos humorísticos que ella escribió. Ha publicado varios libros y tratado temas de ciencia ficción, pero la verdad yo no conozco esa faceta de ella. En alguno de esos correos le conté que estaba yendo al gimnasio del Tec y que había visto a alguien desmayarse ahí. Ella me compartió su opinión:«

El gimnasio es uno de los lugares que me hacen pensar en tanta energía desperdiciada, se me ha ocurrido que todas esas máquinas estimuladas por graciosos fisicoculturistas pudieran muy bien ser aprovechadas para poner en movimento pequeños motores que sirvieran para algo, por ejemplo una máquina para hacer tortillas, algúnos ventiladores en un local vecino, transformar esa energía en energía eléctrica y calentar en tiempo de invierno algún salón de clases, etc. etc. Creo que los gimnasios son los lugares en dónde la energía se transforma en vanidad, deben de ser buenos para las personas con una baja autoestima, y para descargar la angustia de los narcisistas. Algo positivo debede haber ahí.»Por lo visto ella no creía en aquello de «Mente sana en cuerpo sano». En una ocasión en que Elisa dejó de comunicarse por un largo tiempo, me comentó que su madre se había fracturado una mano y estaba con ella. Nunca pude verla en persona porque todos nuestros intentos fracasaron, sin embargo me la encontré en Carranza a la altura del jardín de Tequis en el verano del 2004. Fue la última vez que hablamos. Ya algo tarde la entendí, cuando me escribió:«Soy más bien humorista o irónica o sarcástica no sé exactamente. Creo que huyo de la solemnidad como del chamuco, creo que hay cosas más serias en la risa que en la pura solemnidad.»

Uno suele ir por la vida abriéndose camino y, con un poco de suerte, se topa con alguien peculiar en su forma de ser y de ver el mundo, alguien capaz de enriquecerle de verdad. Me gusta pensar que son como flores en el camino.

Se te extraña mujer, se te extraña.

14 comentarios en “Elisa Carlos

  1. Querido Kurazaybo:

    Me ha dado un gusto enorme leer tu artículo. Elisa es mi mejor amiga y cualquier amigo de ella es amigio mío.
    Elisa no conoce este artículo, Ahorita mismo le voy a mandar tu correo para que lo lea, le va a dar mucho gusto.
    Recibe un saludo cariñoso de este nuevo amigo tuyo:
    Jorge Cubria

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  4. Me dio un gusto inmenso ver este artículo. Elisa es mi tía, es hermana de mi mamá. Me parece increíble la sensibilidad con la que escribiste esto, la describes tal cual. Gracias.

  5. Vaya ahí si se me fue el detalle, yo lo calculaba a ojo de buen cubero ya ves es mal visto preguntarle su edad a una dama. Me da gusto saber de un sobrino suyo, lamentablemente ahora ya no estoy en contacto con ella.

  6. Elisa es mi maestra actualmente, y de verdad que la has descrito a la perfección es una mujer de carácter y personalidad distinta a todas las que he conocido en mi corta vida, mas aun es la persona mas sencilla, carismática, y sobre todo siempre tiene un consejo o una idea única, Elisa aun sigue dibujando la niña del mal, a la cual le nombro momoki, el niño del bien jamas lo he conocido y la palabra «tarea» en el pizarron sigue imponiendo una autoridad única en preparatoria pero sin duda alguna ha dejado en ti una huella única como la que ha dejado en nuestra generación, cuídate y me dio gusto oír que otras personas hablen tan bien de ella, saludos.

  7. WOOW!! La verdad me dio mas gusto, por saber que en la obscura institución, no fuimos los únicos que sufrieron con la palabra «tarea» o con su famoso vw blanco en la pizarra; claro que hablar de Elisa es hablar de un pedazo de tu historia combinada con lo más grande, para mí, de slp, actualmente no vivo ahí, pero, si me lleve algo de ese lugar fue toda la enseñanza de Elisa, no sólo de el cálculo, la física o las matemáticas, sólo con su ejemplo y fuerza de vida.

  8. Por oscura institución creo que te refieres a una prepa que es cuasi vecina de un centro comercial… que recuerdos de Elisa… jejeje tambien me dio cálculo (y he de decir que me hizo sufrir), y taller de «locura y diversión» que buena materia… que recuerdos Kurazaybo… insisto que no te conozco personalmente, pero sería bueno algun día coincidir.

  9. No había visto tu artículo, creo que me gustó, todo menos que
    me hicieras 25 años más vieja, no importa, de todos modos voy a llegar alguna vez, conservaré tu escrito y cuando lo lea será muy actual. Sigo pensando que tienes talento

    Elisa

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