La diferencia

Ahí está él, vestido apenas con una playera de lo más común y unos pantalones cualquiera. Nunca entenderé cómo hacen algunos hombres para verse bien tan solo con eso. Pero se ve que se divierte. Se acerca a ella, la he estado mirando desde que llegó con sus amigas. Creo que ellas planearon una noche «sin hombres» y gozan a lo grande. Se alocan con la música y la bebida. Ahí ha estado ella la mayor parte de la noche, la veo sonreír, ignorar todo a su alrededor excepto a sus amigas. Me fijo en su nariz, ligeramente curvada como pienso que he nacido para merecer. Me llamó la atención desde el instante en que apareció.

A él no lo vi llegar, se confunde fácilmente entre la gente hasta que te fijas en el tatuaje que trae en el cuello y en la curiosa pareja que hace con su amigo, el chaparrito trajeado. De alguna manera me robó la idea. Lo acabo de ver pasar cuando otro de sus amigos le dijo algo y fue con ellos. Después regresó bailando sin inhibiciones, con esa sonrisa que muestra los dientes, con ese paso seguro. Por un momento tomó asiento, se sentó en una pose caprichosa que dejaba ver que estaba completamente cómodo y en su ambiente, sabiéndose joven y plenamente capaz. Ríe y posa para las fotos, parece que lo hubiera ensayado. Ella no parece prestarle mucha atención a él. Él no se desanima, fue acercándosele poco a poco y ahora él y su amigo trajeado ya están bailando en el mismo círculo que ella y sus amigas. Luce seguro, confiado, y eso a ella le impresiona. Astutamente él la ha alejado un poco de ellas.

Lo veo y me lamento por no haber tomado la iniciativa, realmente me robó la idea y el momento. Sé que a ella la recordaré por un buen tiempo, él no hizo nada que yo no hubiera podido hacer y seguramente es un tipo que no tiene ni un centavo en el bolsillo. Entre más repaso la situación voy viendo algo, algo que lo caracteriza a él y a su comportamiento. Me doy cuenta que existe una pequeña diferencia: yo jamás podría estar tan orgulloso de mi mismo. Tal vez por eso nunca me han gustado estos lugares.

War Games (a.k.a. «Ya te caché»)

Pues aquí, chavos, les voy a contar un poco de mi vida. Para los que se lo pregunten, estoy bien. Bastante tranquilo. Por el momento no estoy trabajando pero eso no me parece muy significativo. Aún. ¿A qué me dedico? Pues han surgido algunas situaciones familiares que nos han mantenido a todos ocupados. Anduve de viaje varios días. Ahora ya se está normalizando todo eso ¿y qué hago? Pues hasta hace pocos días me dedicaba a vagar en internet. De noche, yo soy nocturno. Y veo series y películas y así. Qué buena estuvo la del maquinista, que cansada la de Juno. Pero yo me especializo en serie B, CF, horror y oldies. Ya se va a cumplir el año de que empecé el ciclo de películas de guerra y hasta lo di por terminado. Ahora estoy con los clásicos y no tan clásicos de CF. Vivo de los torrents o mejor dicho, vivía. La cosa es que ya no tengo internet en casay tal vez no lo tenga por al menos un mes. La red sin seguridad de los vecinos ya no existe así que ahora, cuando hay buen viento, me lanzo a un centro comercial y comienza el frenesí.

Es triste estar sin internet, pero uno se acostumbra. Una vez que supera la sensación de nerviosismo de los primeros días de abstinencia. Así me pasó ya una vez hace dos años, estuve sin internet cuatro semanas exactas y cuando de nuevo tuve la oportunidad ya no la extrañaba ni nada. Me sentía muy tranquilo. Imagino que a todos les ha pasado y si no, debería pasarles. En fin. El suministro de videos pirata me durará, sin nuevas descargas, más o menos un mes. Si me pongo a ver los clásicos, las películas que no entendí la primera vez («A tale of two sisters», estoy hablando de ti) y las que juzgué sin siquiera verlas, puede que me esté feliz dos meses. Y ahora , si le agregamos los libros, pues el pronóstico es que no me aburriré en un buen rato.

Total, que en esas ando. Pero como que algo falta ¿no? Por lo pronto, también saldré de viaje. Ya les contaré cuando regrese.

Sin internet hay poco que puedo hacer en la computadora. Está lo clásico, escribir. Pero al rato de eso me siento muy ñoño. Puedo checar mis feeds de RSS (la ventaja de usar un agregador offline) y discriminar lo que no me interesa (en general, todo lo que tiene que ver con Hillary, Obama, McCain, Bush, Google y el iPhone, les sorprendería la cantidad de «noticias» que hay al respecto) o vivir del caché, cosa que descubrí por casualidad. Verán, normalmente tengo mis navegadores configurados para usar el mínimo de caché, llámenle mi rara costumbre personal si quieren. Pero como acabo de formatear y todo eso pues están los ajustes por default. La úlrima vez, entre Opera y Firefox me guardaron como 40 páginas en total, buen material para un ratillo internetero.

Ahora tengo que aprovechar los ultimos minutos que me quedan de acceso a internet. Lo que hago es abrir tantas páginas como me es posible e hibernar la máquina para leerlo después. Tal vez me anime y haga eso de crackear la clave WEP de algún ruteador vecino. Por el momento la plaza no está nada mal, aquí a mi lado hay unas chavas adolescentes medio fresas, un tipo gordo y amargado que tiene la vista clavada en la laptop y tres chavitos que han de estar entre la prepa y secundaria. Traen dinero porque a uno se le cayeron 50 centavos y no se detuvo a levantarlos, pero los tres le dieron una corta mirada a la moneda. Se pidieron una charola de comida china.

Y aunque me queda 1:49 horas de batería, me voy porque hay que vivir la vida real. Nos vemos.

P.D. Lástima por mi twitter.

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