Adaptando

Este post se escribío originalmente para El plan de Saint Louis para el tema «Malas películas». Como me salí mucho del tema, en su lugar quedó otro escrito tardío.

Por lo que he podido ver, siempre hay un cierto grado de inconformidad cuando se trata de adaptaciones al cine. Yo en general no suelo tener expectativas al respecto. De sobra sé que un buen libro no tiene nada que ver con una buena película, por ejemplo, y viceversa. A veces, si el material me llama lo suficente la atención, procuro ver todas las versiones. Así es como vi las 4 ó 5 versiones de «Invasion of the body snatchers» aunque sinceramente no creo leer nunca el texto original. Así también leí la novela y vi las dos versiones de «Solaris». He visto las películas de la saga «Crepúsculo» y evitaría leer los libros. Me gustaron las peliculas de el señor de los anillos (que ni era un solo señor ni eran varios anillos) pero no me llaman la atención los libros.

De cosas que están de moda no sé mucho, creo que lo más actual en cuanto a material original y adaptación que he visto y leído ha sido «The golden compass» y la saga Harry Potter. De esta última no me considero gran fan pero sí me gustó y puedo decir que al principio me parecía boba e insulsa pero al final resultó ser una historia bien armada, satisfactoria y sobre todo bastante entretenida. Quiero pensar, por la salud mental de nuestra juventud, que si algún día me decido a leer las de crepúsculo, me llevaré una sorpresa similar. Pero no se puede tener todo en esta vida.

Está el caso de autores y obras que son «buenos» pero que nunca han sido bien adaptados, como es el caso de Asimov. ¿Qué onda con esas películas de «El hombre bicentenario» y «Yo, robot»? Dan pena por si solas, ya no digamos como adaptación. Creo que lo más amable que he oido respecto a las adaptaciones y las desviaciones que tienen respecto al material original ha sido de parte de Miyamoto, respecto a cierta película que está mejor olvidada:

«Well, when we first initiated talks about a Super Mario Bros, movie, I tried to emphasize the point that the Mario Bros. games are fun as videogames and if we were going to make a Mario Bros. movie, that movie should be entertaining as a movie, and not a translation of the videogame. I think that they tried very hard and in the end it was a very fun project that they put a lot of effort into.»

«The one thing that I still have some regrets about is that the movie may have tried to get a little too close to what the Mario Bros. videogames were. And in that sense, it became a movie that was about a videogame, rather than being an entertaining movie in and of its self.»

Que es de verdad un punto de vista interesante. Creo que cuando más fallan este tipo de proyectos es cuando se cambia el «espíritu» del material original; si tu libro es divertido, no lo hagas una película aburrida. Si es terrorífico, no lo vuelvas una comedia involuntaria.

Hay material que es muy difícil adaptar al cine, como fue el caso del ¿pulpo? de «Watchmen» o como resultaría una posible adaptación de casi cualquier relato de Lovecraft. A mi me encantaría ver una película basada en «Las aventuras de Arthur Gordon Pym», creo la única novela de Edgar Allan Poe. Pero la ciencia ha avanzado mucho desde entonces y a estas alturas está muy difícil aceptar la idea de una isla tropical en lo más inexplorado del polo sur (yo sugeriría explicarlo con un volcán y/o aguas termales o algo así) y sobre todo ese gigante blanco del desenlace. Actualmente tenemos la serie de «The Walking Dead» que creo está tomando un rumbo que nadie se esperaba.

Y es que a veces la fidelidad al material original es algo que nada más no puede tenerse.

Cambiar los nombres

Se dice que para cada persona existen unas pocas palabras que tendrán siempre mayor importancia sobre todas las demás:su propio nombre. Por ello es un gesto de amabilidad básico el procurar siempre recordar como se llama alguien, aunque no lo veamos muy seguido. Del mismo modo,una de las maneras más fáciles de resultarle desagradable a una persona es no recordar su nombre.
Claro, hay algunos a los que su nombre no les resulta del todo agradable, sobre todo cuando hablamos de segundos nombres, pero para todo hay excepciones. Yo no sé de donde viene esa costumbre de llamar a la gente de otra manera. Hay algunos «sobrenombres» (que no precisamente apodos) que por alguna razón están más «estandarizados», como Pepe, Toño, Lucha, etc. a los que me imagino ya todo mundo está acostumbrado y que aunque en lo personal a mi me resulta un tanto enigmático su origen, no me parecen negativos. Se puede decir que en la escala de cambios de nombre desagradables estos equivaldrían a un cero. En el extremo opuesto de la escala estarían los apodos ddegradantes con los que los niños se molestan unos a otros y que muchas veces resaltan algún defecto, generalmente físico.
Aquí hay que hacer una pausa para hablar un poquito más de estos apodos, cuya elección es un verdadero arte. Está el típico «cuatro ojos» para referirse a alguien que usa lentes. Aunque en mi caso ese apodo me resulta bastante bobo y sinceramente nunca he visto que nadie lo use en la vida real. También el resaltar un parecido a algún animal, como «rana», «rata» o «conejo» que llegan a tener cierto sentido. Y apodos que se quedan por motivos mucho más sutiles. Como un compañero que tuve al que apodaban «Cheese» (léase «Chisi», no sé el por qué). Y que, después de años de conocerlo me enteré que le habían empezado a llamar así a ráiz de que una vez, jugando futbol, el sudaba como cerdo. Y a alguien se le ocurrió decirle «parece que te estás derritiendo, como un quesote bajo el sol» ¿? Ese tipo de apodos, en apariencia tan aleatorios y nacidos en un momento, parecen ser los que se quedan por más tiempo.
Hay también una categoría muy sutil de cambios de nombre, como decirle «Peter» a Pedro, que me parece que son los que tienen menos sentido. No es que sean más prácticos ni nada, y tampoco es como si hubiera algo malo con llamarse Pedro. Me imagino que algunos de los que lo hacen piensan que es una manera de sonar más amigable o algo así.
Ahora con internet y las redes sociales (y de hecho creo desde los tiempos de los chats) está el dilema de si llamarle a alguien por su «username» o por su nombre real. Quizá yo aquí me inclino por el username y me resulta un tanto extraño que personas que conocí por ahí me llamen por mi «nombre real». Es en parte por la falta de costumbre y porque la verdad soy malísimo recordando nombres.

Les voy a compartir una de las grandes verdades de la vida

El verdadero amor SI existe. Pero JAMÁS hay que esperar recibirlo. Se trata de DAR. El verdadero amor, la verdadera entrega, pasión y sacrificio… es algo, una cosa rara, efímera y delicada que nunca van a ver. Es una cosa que se siente, que se lleva dentro. Y que aparece, en apariencia sin dar señales anticipadas. Pero que, si se piensa, tiene mucho sentido. Es una fuerza impredecible que viene del corazón. Siempre del propio, rara vez del ajeno. Es algo que no te puedo explicar pero que sé que reconocerás al instante, una vez que lo tengas.

Nunca, jamás esperes nada. Pero dalo todo. Quizá algún dia me entiendas. Porque si eres capaz de amar, lo tienes todo.

L’enfant terrible

Creo que la referencia habitual aquí seria el tipo de la naranja mecánica, cuyo nombre no me tomaré la molestia de buscar en google. Y claro, como no entiendo a Kubrick ni nada, no es de sorprender que dicho personaje no me halla despertado ninguna reacción, emoción o sentimiento.

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Simplemente creo que no podría abordar el tema sin mencionarlo.

Para mi la referencia siempre será, en un nivel consciente claro, Christopher Lambert en «Subway». No lo sé, me parece más caótico, contradictorio y no, pero sobre todo más divertido. Aquella escena en el comedor con la pistola, por ejemplo. O cuando, ya muerto, canta.

No hace falta más que ver la cabellera oxigenada y alborotada, el traje perfecto y esa mirada maliciosa.

Eric Serra Subway Soundtrack

Y claro, el soundtrack de Eric Serra, eterno compañero de las películas de Luc Besson, que funciona y no pero es difícil de olvidar. Ese momento con Jean Reno de baterista y Arthur Simms de vocalista, por ejemplo.

Además el espíritu terrible del tipo de «Subway» no permanece estático, se contagia de cierta forma a la chica, que para el final de la historia es alguien muy distinto a quien era al principio.

En la vida real me llaman la atención los casos de otros «chicos terribles» como Kip Kinkel o Timothy McVeigh que sólo dios sabe por qué hicieron lo que hicieron.

Y en un nivel inconsciente, está siempre la inevitabilidad del recuerdo «asociado a». En ese caso y por razones que no comprendo bien, mi mente recurre a Adam Horowitz de los Beastie Boys en su papel protagónico de «Lost Angels». Lleva quince años o más ocupando ese lugar en mi cabeza.

De alguna forma siento que esa película se trata de mi.

Yo sé que tal vez no te resulte cómodo

Pero no puedo evitarlo. Me refiero a confesarte todo, decirte la verdad entera, sin maquillar. Confío en tí. Por siempre, para siempre. Por eso te lo digo todo. Todo. Lo siento, sé que a acostumbo sincerarme «cuando no estoy bien». Ojalá entiendas que es solamente un pretexto que usamos los hombres cobardes. Porque soy un cobarde, sí. No te sorprendas ni me hagas reir, es la verdad. Y no quiero decir más. Sé que difícilmente sabrás qué hacer con las verdades que comparto contigo  pero es sencillo: no necesitas hacer nada.

Confío en tí. Por siempre, para siempre.

Les contaré una historia de horror urbano

Por motivos que no vienen al caso, acabé de pleito con mi ex dentista.

Hace varios años un auto estacionado arrancó y se echó de reversa y me golpeó. En ese momento no supe qué hacer pero luego vi que un coche en el centro le hacía lo mismo a una señora y me quedó muy claro: hay que agarrar una piedra y romperle el cristal por bruto (el conductor) o sacar el llavero y escribirle obscenidades en su impecable pintura. En su defecto, dar palmadas sobre la carrocería al son del diez de mayo.

Hoy, saliendo de mi casa, un auto dio la vuelta sin fijarse y casi me atropella. Me detuve a tiempo y pasó tan cerca de mi que no tuve problema en darle la ración de palmadas. Mientras se alejaba creí reconocer a la persona tras el volante. Me fijé y sí, era la dentista.