No debí

No, jamás debí usar el flash. Desde que me bajé de la camioneta con mi mamá vi que había algo extraño en la pared, discretamente confirmé que se trataba de un buen ejemplar. No dije nada porque sé como reacciona ella. Dejé pasar un rato y volví con la cámara. Pero estaba a contraluz y era muy difícil que la foto no saliera borrosa. Ingenuamente activé el flash y ¡bum! destellos azulados. Me gustan mucho, me intrigan desde que era pequeño y por alguna razón me inspiran mucho respeto. Pero mi mamá vio la luz del flash por la ventana y salió a ver qué estaba haciendo. De inmediato comenzó a gritar, es por las supersticiones y también porque, como a mucha gente, simplemente no le agradan este tipo de animales. Me ordenó que inmediatamente me deshiciera de ella. Una verdadera lástima.

Mariposa nocturna

No debí usar el flash, así nadie hubiera muerto.

El Aura

Cuando pasaban el trailer de esta película en la TV tenía esa extraña sensación de que debía verla. Es una de esas cosas que no puedes explicar, pero que conoces muy bien de ti, como saber que has dado con algo que te gustará independientemente de cualquier cosa. Sólo me ha pasado con otras dos películas, la primera fue «Sobrenatural» de Daniel Gruener en 1995, y la segunda en el 2001 con «El espinazo del Diablo«. Es difícil decir que no se trata de una impresión muy subjetiva y sin fundamento, yo mismo aceptaría esa explicación si no fuera porque al final resulta ser real. Poco pesan entonces las críticas negativas sobre estas películas, pues luego de verlas sólo he quedado convencido de la certeza de mis juicios adelantados.

No es necesario que la película resulte una obra maestra ni que redefina el género al que pertenece (en lo personal estoy bastante cansado de los géneros), basta con que me complazca incluyendo referencias y detalles que relacionen la historia y los personajes a elementos que me gustan. Odio cuando se describe una historia, un videojuego o una película diciendo que «te envuelve», que muestra un «universo muy detallado» (pecado máximo del que he escuchado que se acusa a «Lord of the Rings» y «Star Wars» en más ocasiones de las que me siento cómodo recordando). Únicamente busco la satisfacción de mis más primitivas e inexplicables obsesiones. Oscuridad, tenacidad, la belleza oculta en donde nadie jamás la buscaría y una factura honesta, con lo que me refiero a la capacidad de reconocer sus propias virtudes y defectos (requisito que muy pocos productos cómicos satisfacen y motivo por el cual normalmente aborrezco la comedia).

Tanto el universo «envolvente» y el proceso narrativo necesario para «sumergir» al espectador en él pertenecen, a mi gusto, a una generación de órganos atrofiados de la producción cinematográfica, bastante frescos aún para permitir identificar su función, que todavía cumplen, pero que más que nada permiten clasificar a primera vista a una película que no sale de los convencionalismos y agruparla en el árbol genealógico junto con las demás. No, no me refiero al género, sino en concreto a los formalismos ridículos con que se juzga al cine en la actualidad.

Y bien, luego de esta introducción permítanme volver mi atención a «El aura». No se trata de una película espectacular ni de una joya que no haya recibido el reconocimiento que merece, al contrario, la crítica hace bien al entrar en controversia y por un lado, atacar el minimalismo que la constituye en su totalidad y, por el otro, reconocer los valores noir y la calidad de las actuaciones que le sirven de cimientos. Obviamente no soy ningún experto, para empezar siempre creí que la película era una producción española, siendo que en realidad es totalmente argentina. Por tan minúsculo detalle es posible empezar a desmenuzar a «El Aura»: escencialmente carece de suficiente identidad como para permitir identificar su origen a primera vista. La manera optimista de decirlo es que en consecuencia, tiene un alcance mucho más universal.

«El Aura» cuenta la historia de Esteban Espinosa, un taxidermista antisocial que se ha imaginado un robo perfecto. La clave para llevarlo a cabo es, irónicamente, la sencillez que se debe mantener en todo momento. Irónico porque esta simplicidad satura por completo la película y sirve para, a la vez, despertad la incredulidad y convencernos de que en ningún momento se ha cruzado la barrera de lo estrictamente real. Espinosa no planea llevarlo a cabi (secretamente tuve la impresión de que, más que no desear realizar el crimen, estaba consciente de que le era imposible hacerlo o quizá que al llevarlo a cabo estaría cruzando una barrera que no se sentía aún dispuesto a cruzar), únicamente lo platica a un compañero de trabajo. Nisiquiera son amigos, sin embargo este compañero le invita a acompañarlo en un viaje de caza al bosque como último recurso para no desperdiciar un boleto de avión. Apático, Esteban rechaza la propuesta pero luego de enfrentarse a su triste realidad, cambia de opinión. Esteban es un taxidermista epiléptico que guarda tanto silencio como le es posible y le repugna la idea de matar animales. Los dos terminan hospedándose en unas cabañas aisladas en el bosque, luego de quedarse sin opciones. Hasta ese momento la incomodidad de Esteban resulta evidente, para irse diluyendo en el resto de la película. Luego de un altercado con su compañero, Esteban se ve envuelto en un desafortunado (y a la vez original y muy simple) accidente, a raíz del cual descubre que se planea robar a un casino cercano que está próximo a cerrar sus puertas.

La dualidad de lo inverosimil contra lo creíble se hace palpable a partir de entonces, Esteban va descubriendo a los ladrones e involucrándose de manera silenciosa, mitad coincidencia mitad elección propia, en el robo. El modo en que cubre su rastro y va tomando la identidad del cabecilla de un grupo de ladrones es totalmente coherente con la situación en que se encuentra y con su personaje, una vez que aceptamos que ese mismo personaje es un poco increíble; sólo un poco. Así, Esteban va viendo realizada su ilusión (por llamarle de algún modo) de cometer el crimen perfecto y, habiendo podido detenerlo en cualquier momento, decide seguir adelante por curiosidad, un tanto ayudado por el destino. Pero a la vez va conociendo las implicaciones que el robo tiene para otras personas, arrastrándolos a todos con las consecuencias de sus actos.

La película tiene largos momentos en silencio que a mi gusto son aprovechados para ir creando una atmósfera de suspenso del tipo que me agrada, orientada a seguir de cerca al personaje, cautivando tanto por lo que revela de él como por lo que no. El «universo» que comprende la película es bastante reducido: unos cuantos personajes aquí y allá, pocos eventos que aislados de los demás resultarían relevantes y la sensación permanente de extrañeza. No digo que se parezca demasiado, pero me recuerda al cine de Alfred Hitchcock y Stanley Kubrick porque maneja un «universo» más interior, más privado y puramene psicológico que la mayoría de las películas clasificadas como suspenso. También por otro detalle: tengo la mala costumbre de ponerme a calcular cuanto debío costar realizar una película mientras la estoy viendo (recurso que evidencia el número de veces que he visto películas que no me entretienen suficiente) y tanto en el caso de la filmografía de los mencionados cineastas como en «El Aura», en ningún momento caí en ese juego.

No quiero tampoco elevar las expectativas sobre esta película, no es del tipo de acción y es cierto que en algunos momentos me sentí tentado a adelantarla, pero dejar de verla nunca me pareció una opción. No estoy seguro de si la intención era plantear una redención final al protagonista, si ese era el caso creo que «El Aura» lo deja abierto a la interpretación. Me gustó que Esteban reconoce en sí mismo la libertad de usar sus mentiras para beneficio propio, para atar o liberar a algunos personajes del pesado equipaje emocional que cargan, siendo siempre un arma de doble filo. Aprecio mucho el minimalismo con que se manejan todos los elementos, así siento que estoy viendo algo un poco más honesto y orientado a lo que va, sin las cansadas pretenciones hollywoodenses. Los finales inesperados no son lo mío, así que una evaluación de este carece para mí de relevancia, salvo por un criterio: creo que «El Aura» mantiene su valor para verla una segunda vez, dentro de un tiempo.

En la película se define a «el aura» como la alteración de los sentidos y la sensación premonitoria de que un ataque epiléptico está a punto de ocurrir. Muy bien corresponde a la impresión que tuve desde un principio de que esta era una película que me iba a dar gusto ver.

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La crisis de los compresores

Mi pecera tiene algo así como 10 años. Es un tanque de 100 litros que compré a $150, cuando esas cosas todavía eran baratas. Empecé con esto hace 11 años y algunos meses, en realidad desde antes pero hablo de tiempo ininterrumpido. Todo ese tiempo ha hecho que me acostumbre al sonido constante de los compresores. A mucha gente le molesta o, de menos, le resulta extraño.

Actualmente tengo 3 compresores en mi cuarto, trabajando desde que me levanto hasta poco antes de irme a dormir. Compré uno poderoso, un Azoo 5500 hace casi dos años en Fábricas de Francia, para sustituir al primero que compré en San Luis. Me mudé aquí hace 8 años, traía de México un Elite Maxima que me duró, según calculo, un mínimo de 5 años. Lo usé desde que compré mi tanque grande, cuando estaba saliendo de la primaria, y su vida terminó cuando estaba a mitad de la preparatoria. Normalmente lo que se descompone es el diafragma, una especie de copa de goma que se comprime 30 veces por segundo para bombear el aire; se reponen fácilmente y a bajo costo. Pero este ejemplar decidió que ese padecimiento era muy vulgar y prefirió no padecerlo. Una mañana optó por el síndrome de la bobina descompuesta, enfermedad que no tiene cura. Y a la basura.

Reparando un Azoo 5500

Me sorprendí al ver los precios, había pensado que la ocasión justificaba el salto a un Optima R, modelo que siempre había deseado porque tiene 60% más poder y cuenta con un regulador de potencia. Pero era inalcanzable. Lo que pude comprar fue una baratija marca Aquarama, que funcionó bien, debo admitirlo. La verdad no me acuerdo de que murió, pero no tuvo arreglo. Lo sustituí con un Renaissance 600, modelo bastante obscuro que compré en Carrefour porque tenía cuatro salidas de aire. No es muy poderoso, pero en este tipo de aparatos es posible conectar la manguera de una salida con la de otra, por medio de una «T», para aumentar la presión. Trabajó bastante bien y de hecho aún funciona, pero requiero más potencia. Fue cuando compré el Azoo 5500 en Fábricas de Francia.

La semana pasada noté que tenía muy poca potencia, lo cual significa una fea crisis. Hay que mover los muebles de mi cuarto para acceder a los compresores, pues los tengo debajo de una cómoda para amortiguar el sonido y evitarme problemas. También hay que buscar refacciones o un compresor sustituto. Fácilmente encontré en el tianguis de las vías un Elite 802 de segunda mano a $25. Las refacciones costaron $27 y tiene la misma capacidad que uno nuevo, que cuesta 5 veces más. Qué bonita es la chatarra.

Mi Azoo 5500 sólo padecía de los diafragmas y es casi totalmente compatible con las refacciones marca Elite, que esta vez conseguí a $20. Si acaso se reduce un poco su capacidad al usar estas piezas. Creo que debió haber durado más, como mi viejo Maxima. Así que ahora tengo un compresor bastante capaz de sobra, el que compré de segunda mano. Ahora que saqué de la caja el viejo Renaissance, me dan ganas de darle uso, pero francamente no tengo en qué. Podría sustituir los dos compresores pequeños que tengo por uno solo de más poder, pero eso sólo me dejaría con otro compresor inutilizado.

Bonitas herramientas

¿Y a qué viene todo este recuento? Pues a nada, solamente que siempre que un compresor muere me toma desprevenido y sin fondos para repararlo/sustituirlo. Pero a la hora de ir a buscar refacciones y sustitutos, pero sobre todo, al tomar las herramientas y destapar los compresores, me doy cuenta de que no sólo no me pesa, al contrario, me gusta hacerlo. Recuerdo los viejos tiempos en que empezaba a conocer de todo esto, los errores cometidos y las satisfacciones que me ha dejado. En retrospectiva es triste ver el poco tiempo que le invierto ahora, cuando he adquirido suficientes habilidades para hacer lo que quería desde un principio. Siempre pienso en hacerlo más adelante y luego lo vuelvo a posponer. Así pasa con los pasatiempos cuando se va perdiendo el interés, pero yo no creo haberlo perdido todavía. Habría ponderado seriamente la posibilidad de no gastar, quitarme de las molestias del tanque grande y usar únicamente los más pequeños. Pero no lo hice. Hasta ahora me tomo el tiempo de pensarlo. Ahora que puedo tal vez me de el gusto y compre un compresor de los caros, como el que siempre quise al principio. Creo que un pasatiempo así llena algo, es parte de mi personalidad y es para toda la vida.

Coincidencias: cuando llueve en una universidad potosina

Vista desde afueraVenía llegando a clases. Hoy llegué temprano, luego de que ayer me estafara un taxista «por haberse salido del periférico», según dijo. Entonces no tenía tiempo de discutir y armar mi numerito de «en ese caso, regréseme a donde acaba el periférico por favor», apoyado por el plan b de «no tengo más dinero para pagarle», así que me vi obligado a pagar $20 de más, dinero que, por suerte, traía conmigo. El caso es que llegué temprano y me dio tiempo de tomar fotos porque vi que la puerta de entrada para los automóviles estaba cerrada (para los que no conocen, hay un carril de entrada y uno de salida al frente del tec, aparte de una salida al fondo del estacionamiento. En las mañanas los dos carriles del frente se usan como entrada para agilizar el tránsito), lo cual era muy extraño y debió complicar mucho la entrada a las primeras clases.

Desde adentro del ITESM / From inside the ITESMNo había motivo aparente, pero una vez que entré vi que se había desprendido el acabado del techo de la caseta. A esa cosa no se le puede llamar aplanado, es más bien ese recubrimiento a base de diminutas piedritas y algún tipo de pegamento que plaga al tec. Lo curioso es que para empezar, tal estructura en forma de «T» no es necesaria, es algo así como un arco simbólico para la puerta. Segundo, ese tipo de acabados normalmente no se usan en el techo y acabamos de ver un buen ejemplo del porqué. Y tercero, apenas en julio pasado le estaban dando mantenimiento a esa parte justamente, retiraron el acabado en verano y lo volvieron a colocar.

Incluso sin analizar la escena está bastante claro para los que pasamos por ahí todos los días que el problema tiene que ver con la humedad. El agua que cae en la estructura escurre hacia ese lado, seguramente la «T» está ligeramente desnivelada, siguiendo la pendiente natural del cerro en donde se construyó el tec. Pero no sólo eso, sino que en la construcción de tal estructura se ignoró por completo al agua, siendo que a la lluvia no puede pasarse por alto.Hace falta ese pequeño canal en el techo rodeando el borde que evita que el agua escurra por toda la superficie. Ese tipo de canales son una buena inversión. Son tan simple que parecen inútiles, pero existe por una muy buena razón. Es increíble que algo tan pequeño cause disturbios. Lo más curioso es que tome horas para que se inspeccione el asunto, se retiren los escombros y se abra el paso de nuevo. De hecho no me consta que el paso se haya reabierto hoy.

Lo que calló del techo / What fell from the ceiling De ah� calló / It fell from there

Ya sabemos que el tec en su totalidad está mal construído, recuerdo una clase de física en mis primeros semestres en que había varias goteras en el salón, además del caso de la biblioteca. También coincide con un post reciente sobre la UCEM. Como en el tec, hay nuevo edificio y al parecer se está cayendo a pedazos. No sé si sea también por la temporada de lluvias pero es mucha coincidencia.

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Música

Hace muchos años, cuando estaba en la primaria, apenas sabía que existía algo llamado «música». Sabía de sonidos, ruidos y había escuchado algo de notas musicales. Incluso cantaba canciones y hasta me las imaginaba pero no tenía mucha conciencia de lo que estaba haciendo. Más adelante, a finales de la primaria, salía derrepente en la plática el tema, algunos amigos escuchaban ciertas estaciones de radio y, más aún, programas musicales. Vagamente recuerdo algo llamado «Friends connection», un viejo programa que escuchaban mis hermanas en el que las personas se dedicaban canciones mutuamente. No recuerdo ninguna música de aquel entonces. Para mí no significaba nada, no había nada especial en ella. Se trataba únicamente de un entretenimiento más que difícilmente capturaba mi atención por más de unos cuantos minutos.

SubwooferMuchas veces he escuchado decir que cada época tiene su música, su ritmo y sus principales exponentes. Eso siempre lo había aceptado como un hecho histórico y nada más. Aún no estoy seguro de comprenderlo del todo. Luego llegó la televisión por cable y MTV. Nunca he visto MTV más de unos momentos. Pero la gente hablaba de eso, de todo eso. Te subes al autobús, tomas un taxi, vas al tianguis o a una tienda y nunca falta, de inmediato entras en el ambiente musical de otra persona, otra clase social, otras historias distintas a la tuya pero a veces, en las circunstancias más extrañas, pasa algo, un pequeño detalle en común entre tú y esos desconocidos. Es desconcertante, pensaba que el mundo era muy pequeño y sólo existían unas cuantas piezas musicales. Con el tiempo he aprendido que hay una enorme variedad, incluso algo que parece especialmente hecho para mí.

Recuerdo hace muchos, muchos años, en la sala de mis abuelos había un mueble ancho con varios pares de puertas corredizas abajo. Estaba lleno de discos de principio a fin, dos tornamesas arriba. Rara vez mi abuelo ponía el radio entonces, pero siempre me contaron que disfrutaba mucho de la música. Bocinas en caja de madera en sus dos automóviles lo confirman. Recuerdo el equializador y el amplificador debajo del tablero, me gustaba mover tantos botones deslizantes. La casa también estaba marcada, antiquísimas bocinas colgaban detrás de una cortina, en el techo de un pasillo, arriba de la ventana de la cocina. Me tocó escucharlas pocas veces. Fui creciendo y claro que hubo canciones que tarareaba, que escuchaba en alguna parte y luego ya no podía sacar de mi cabeza. Pero ninguna con la que me identificara o que me gustara la letra en particular.

Ahora que lo intento, veo que no es tan fácil de explicar. Creo que todas estas cosas siempre tienen algo que ver con la adolescencia porque fue entonces cuando por primera vez comencé a ubicar a los artistas, a fijarme más. Viéndolo en retrospectiva, me resulta increíble que haya desperdiciado tanto tiempo, haber vivido tan en silencio cuando existen tantas maneras de abordar la música. Fue en un autobús, camino a la secundaria, cuando escuché una canción que me había llamado la atención años antes. Nunca supe quién la cantaba ni qué decía, era un enigma. Después la escuché cuando en esa misma escuela preparaban una tardeada y hacían pruebas de sonido. No recuerdo cómo identifiqué la música pero los meses siguientes los dediqué a buscarla a como diera lugar. Nunca había buscado música, fue una tarea que emprendí con nula experiencia. Me fijé en los puestos de cassettes piratas y fue en uno donde la encontré. Es increíble que ese lugar en particular haya tenido tan a la vista música vieja, en vez de los éxitos del momento. Encontrar esa canción me dió mucha felicidad, escuché todo el álbum varias veces y me gustó completo. Más adelante contagié mi entusiasmo por esa música a otras personas, compramos los demás álbumes piratas y después, allá por el año 1999, por primera vez tuve un aparato de CD. Compré primero el CD original que incluía aquella canción que me gustaba y después toda la discografía.

Me gustaba escuchar la música tranquilo, casi en silencio. Después de meses del antiquísimo Walkman Casio y los audífonos semidescompuestos, escuchar la música en unas bocinas y con suficiente volumen para llenar la habitación era una experiencia casi mágica, y como tal absorbía toda mi atención. No podía yo hacer otra cosa más que sentarme, quedarme quieto y escuchar atentamente aquello. Esa grabadora fue muy especial, aunque debo admitir que la usé muy poco. Por aquella época llegó también la computadora y el internet, pleno boom del mp3. Recuerdo claramente Napster y las horas dedicadas a localizar aquellas viejas canciones que recordaba y suponía que me gustaban. No formaban parte de nada, piezas sueltas que quizá expresaran algo distinto a lo que yo percibía en ellas. Imagínense a un coleccionista miope de estampillas postales.

Más adelante, un día, encontré mi Walkman descompuesto. Introduje un cassete pero no funcionó. La autopsia reveló que alguien de la familia lo había tomado prestado, lo había roto y en un intento desesperado por ocultarlo utilizó un pegamento muy poderoso, que escurrió en el interiror del aparato y selló para siempre el mecanismo. Furia, furia total y desilusión al no poder cargar con mi música a donde quisiera, ya no más.

Pero prevalecía la tranquilidad, la experiencia relajante de la música en mi vida. Siempre desprecié el estruendo y la locura de la música que el vecino ponía en sus fiestas. Todavía, la mayor parte del tiempo, prefiero escuchar como a lo lejos la música, asombrarme por cada detalle. En un cumpleaños, antes de la llegada del CD a mi vida, me regalaron un Walkman un poco más fino. Debo decir que a la fecha no he escuchado nunca un programa de radio con la intención de hacerlo, las pocas veces que he llegado a encender el aparato (actualmente no lo hago) es por casualidad, con el Walkman era distinto, alimentaba mis noches de insomnio con fantasías musicales. Me percaté de que mi gusto estaba muy disperso, aún después de casi siete años tengo dificultad para definirlo. No sé mucho de géneros, la verdad no me gustan los géneros ni las discusiones que suele haber por ellos. Que si la música de antes era buena y la de ahora son puros tamborazos, que si tal canción es clásica de tales años, que no cantes tal cosa porque revela tu edad. No puedo decir que me guste particularmente el rock ni la música clásica ni lo electrónico. El pop para mí es lo que sea que esté de moda. Reconozco, eso sí, una canción ranchera en cuanto lo escucho pero hasta ahí llegan mis habilidades.

Mi colección de música crece muy lentamente, piezas que escucho en alguna parte, algo viejo y bizarro que estaba perdido en la memoria. Cosas más actuales que simplemente me divierten, otras que me asombran y las más peculiares que como por arte de magia logran transmitirme un sentimiento poderoso y arrollador. Sé de lo que hablan, lo que se siente.

También recuerdo las clases de música, únicamente en la secundaria. Clásico que se trata de una flauta y un salón lleno de niños que no saben lo que están haciendo. En quinto año de primaria impusieron la enseñanza de la música en mi escuela. La clase era un fracaso completo, desorden puro. Pero el profesor amaba la música, logro darme de cuenta ahora que lo analizo. Eso explica seguramente cómo es que lograba soportar las dificultades de ser maestro, de que nadie le pusiera atención. Al año siguiente de mi primer clase de música me cambié de escuela, pasé un año sin esa materia y la retomé brevemente durante el primero de secundaria. Nisiquiera recuerdo el nombre de ese profesor pero si su presencia, era imponente. Llegaba muy serio con su cara de bulldog e imponía respeto al instante. Lo primero que dijo es que normalmente las clases de música no se tomaban en serio, que las escuelas impartían esa clase por motivos muy distintos a los que deberían (que básicamente sería un genuino interés en el arte y la cultura, así como el amor por la música) y que aquí las cosas iban a ser muy distintas. Imposible olvidar la disciplina, el orden, el respeto. En esa clase aprendí a leer las partituras, me dió gusto conservar esa habilidad hasta hace algunos años, cuando la falta de práctica me hizo perderla. Todo mundo se burlaba del profesor los lunes por la mañana, cuando en los honores a la bandera dirigía con solemnidad al coro de niños indisciplinados. Lo hacía con total respeto y dedicación, ahora le guardo respeto porque he comprendido que de alguna manera y al menos una fracción de lo que decía era cierto. Siempre decía que la música era lo único perfecto que el hombre podía hacer, que debía ser perfecta por su propia naturaleza. Y por ello tenía cualidades casi sobrenaturales que acercan al ser humano a Dios. Es algo exagerado, lo sé, pero tiene algo de razón en cuanto a lo sobrenatural. La música convierte el entorno, el momento en algo más digerible. Puede transformar la vida.

Nunca había pensado en todo esto hasta hace poco que mi hermana compró un subwoofer, tenía mucho tiempo buscándolo y yo no entendía para qué. Sólo me imaginaba que sería como cuando el vecino ponía a todo volumen su punchs-punchis. En parte ha sido así, pero para mí ha resultado algo más especial. Me sorprende que con algo tan simple el sonido se escuche tan claro, que tenga un volumen tan alto y no se distorcione. Los sonidos graves se pueden sentir en la piel. No es perfecto o tal vez no sé manejar el equalizador todavía, porque destroza lo agudo, aunque aún así se escucha mejor que en las viejas bocinas de la grabadora. Me da gusto, de nuevo volví a ser incapaz de hacer otra cosa mientras escucho mi música favorita. No puedo, simplemente no puedo pensar en nada, toda mi atención se consume en ese momento. Como decía, es algo que resulta difícil de explicar pero está ahi. No me di cuenta de que me había convertido en aquel que tanto odié, aquel que pone su música a todo volumen creando un caos sonoro incomprensible para los demás, hasta que recibí de mi familia el comentario generalizado de que escuchaba la música demasiado fuerte. ¿Cómo podía ser? ¿yo, el amante de la tranquilidad y serenidad? Pero era cierto. Pasé a la siguiente etapa. Algo tarde en la vida, lo sé, pero nunca es demasiado tarde para disfrutar de la música.

También me doy cuenta de que debo conocer más, escuchar más cosas. Mi escaso conocimiento se debe sin duda a la mala costumbre de no escuchar música. Años y años sin hacerlo. Es tan simple, ahora comprendo a los demás, a aquellos que pasan en su automóvil con el volumen a un nivel ensordecedor. Es pasión, pasión pura por aquello que llena el corazón. Antes de la música nisiquiera sabía lo que era pasión.

Supermacro

He visto que en la actualidad casi todas las cámaras son digitales, hace unos meses fui a la media luna y únicamente vi una solitaria cámara no digital entre toda la gente. Una de las grandes ventajas de la fotografía digital es que podemos retratar a muy bajo costo (diría que escencialmente el costo es cero) y sin temor a equivocarnos, pues las fotos malas simplemente se eliminan. Esto nos ofrece la posibilidad de fotografiar cosas que normalmente no tomaríamos, ya sea porque no son un momento que deseamos recordar o, en mi caso, por la complejidad de experimentar con la cámara.

Billete de $200A la hora de adquirir una cámara casi todo mundo busca un buen nivel de zoom, muestra de que aquellos tiempos en que una cámara 110 bastaba para cubrir nuestras necesidades han quedado atrás. Las cámaras digitales baratas tienen un zooom digital y todos sabemos que suelen ser basura. Pero también ofrecen un modo macro, para tomar objetos cercanos, que rara vez estaba disponible en las cámaras convencionales. El modo macro muchas veces no es tan poderoso, estando en un rango de unos 30 – 15 cm como distancia mínima al sujeto a fotografiar. Muy pocas cámaras tienen un modo supermacro, que permita acercarse a menos de 10 cm.

Moneda Experimentando un poco encontré que al usar la cámara con un enfoque al infinito y combinarlo con una lupa se pueden tomar fotos más de cerca. Pero funciona aún mejor si utilizamos autoenfoque, un modo en que la cámara ajusta su enfoque de acuerdo a cómo se obtiene mayor contraste en uno o varios puntos de la imagen. La manera de trabajar del autoenfoque es lo que hace posible que se ignore la distancia a la que realmente está el objetivo y se consiga un enfoque bastante bueno a pesar de la lupa. Este modo es ideal para fotografiar insectos y otras cosas igual de pequeñas.

Algunas recomendaciones para los que lo intenten:

  • Las lupas de menor diámetro ofrecen mayor aumento
  • Si la lupa es demasiado poderosa la imagen se deformará en los extremos
  • La distancia en la que el enfoque es efectivo (el rango en que el objetivo no aparecerá borroso) es muy reducido, por lo que mantener la cámara fija es problemático
  • A distancias muy pequeñas se vuelve complicado iluminar el objetivo. El flash puede empeoralo aún más

Existen algunos accesorios profesionales especiales para macrofotografía, como un lente canon y rieles que permiten acercar y alejar la cámara con precisión, en vez de ajustar el enfoque, así como sistemas de flash anulares que se colocan alrededor del lente de la cámara y permiten tener una iluminación más uniforme. Y bueno, como nota adicional, formalmente la macrofotografia comienza a partir de un objetivo del mismo tamaño que la película o en este caso el sensor, de la cámara.

Moneda de 10¢ / 10¢ coin Flores diminutas / Miniature flowers