En la mañana no encontré uno de mis guantes para el frío. Normalmente no me gusta usar guantes, hacen que mis dedos se sientan torpes. Es difícil hacer cosas simples con ellos como escribir a mano, comer con cubiertos, teclearo o usar el teléfono. Mi oficina es fría, así que es un mal necesario. Hoy me la pasé con una mano fría y otra no.
Llego a casa y me reciben tres piezas de lo que sólo se me ocurre clasificar como correspondencia: un sobre de cuentas por pagar, publicidad personalizada de una de esas populares tiendas de oportunidad y un pequeño volante de un restaurante de comida japonesa que no conozco pero dice tener promociones. La culpa de que me guste la comida japonesa la tiene el desaparecido @iDarkHero y ya he conocido los principales establecimientos de la ciudad, aunque supongo que existe en algún rincón uno que no conozco donde sirvan arroz con ikura, platillo que no he probado aún. A veces me pregunto si para un japonés ver la comida «japonesa» que sirven en este país será equivalente a cuando nostros vemos un «taco» de Taco Bell. ¿Qué pensarán los italinos de la pizza americana?
No le doy mucha importancia, hasta que veo que en casa no hay mucho que comer. Empieza el fin de semana, ese fin de semana en que todas las series se tratan del día de acción de gracias y veo el especial de «Regular Show». Aún no es muy tarde así que decido salir a comer. Dar con la dirección no puede ser tan difícil y al menos será una distracción en esta noche en que estoy solo y sin mucho que hacer. El volante dice «Avenida Universidad #1201». Av. Universidad, como su nombre sugiere, pasa frente a la universidad de esta ciudad y del otro lado tiene colonias «bien», donde proliferan muchos negocios, además de que une varios puntos de la ciudad. No es nada raro que haya ahí un restaurante nuevo.
Aunque seguido circulo por la avenida, no tengo ni idea de los números de domicilio. Voy en un sentido esperando que sea el correcto para llegar a mi destino y me alegro un poco al ver que así es cuando en un edificio distingo un número cuatrocientos y luego un quinientos. La suerte de la casualidad. Pero descubro que es difícil distinguir la numeración en las fachadas de tanto edificio comercial. ¿Alguna vez hab visto el número ocupar posición prominente en un centro comercial? Paso frente a Soriana Universidad lo más lento que puedo pero procurando no alterar el tránsito de los autos que vienen atrás de mi. Estoy seguro que Torre Plaza con su arquitectura ochentera tiene grandes números dorados en alguna parte, pero tendría que buscarlos a pie y esa zona es de las más problemáticas que conozco para estacionarse. Sigo adelante y paso el edificio de ladrillo que tiene muchos locales abajo pero no se le ve el número. Paso una agencia de Suzuki que ni sabía que existía, y luego un grupo de locales muy angostos; la mitad están desocupados y la otra mitad parecen ser expendios de micheladas uno junto a otro.
Para entonces ya quedó atras la universidad pero no pierdo la esperanza porque no creo haber pasado setecientos números tan rápido. Llego a Superama sin encontrar el lugar, aquí ya no es zona de restaurantes. Lo único que hay son farmacias Similares, Guadalajara y del Ahorro. Aunque me acuerdo que hay un Subway más adelante y hace no mucho abrieron unos nuevos locales con una velaria. Pero resulta ser un bar, junto a otro bar más escondido en el fondo. Doy vuelta en «U» cuando distingo un número dos mil.
Regreso más o menos hasta donde vi el número quinientos, paso Torre Plaza otra vez. La agencia Suzuki. Decido detenerme pasando el grupo de negocios de micheladas porque el próximo retorno queda muy apartado y no vi más locales que parecieran servir sushi de ahí hasta Superama. Doy vuelta a la derecha en una calle con camellón que me recuerda las calles de las colonias Loma de algo en SLP. Tenía un compañero que vivía ahí y decía que salía a pie de su casa y se le hacía raro no ver a nadie en la callo, si acaso una que otra sirvienta. La noche es fría y se ven un par de edificios interesantes adelante. No tienen nada que ver con lo que estoy buscando pero siempre me ha gustado la arquiectura y camino media cuadra para echarles un vistazo. Pienso que tiene gracia, al salir de casa me lamentaba para mis adentros por no tener ningún plan para el fin de semana, nadie con quien verme, con quien platicar. Si viniera con alguien más o hubiera quedado en algún lugar, ya se estarían quejando por la demora y muy seguramente no me acompañarían a caminar por la calle en esta noche helada solo para ver construcciones raras.
Uno resulta ser edificio de departamentos con grandes ventanales, y de unos cuatro pisos. Tiene un letrero que anuncia disponibilidad y la preventa y «pre-renta». No están mal ubicados y tienen mucho espacio pero «pre-rentar» un departamento es un concepto de lo más extraño para mi. Lucen muy bonitos los departamentos, de todos modos, arquitectura moderna y funcional. El otro edificio que había llamado mi atención es una construcción de ladrillo de tres o cuatro pisos. No estoy seguro pero intenta imitar un estilo europeo antiguo, con ventanas con arcos en el último piso. En la planta baja hay una tienda que me imagino de manualidades o algo así porque dice «El desván de Annie» y en una ventana hay un letrero hecho a mano, muy decorado, que dice «Se solicitan clientes». Es tan cursi que me hace sonreír. Las ventanas están cerradas con cortina metálica, así que lo único que sé es que Annie tiene una letra bonita, muy de niña.
En ese rato no vi a nadie en la calle, incluso pude tomar una foto del letrero de la pre-renta para pasarle el número a un amigo que quiere saber cuanto cuesta un departamento por esta zona. Todo está desierto excepto por una pareja que se baja de un auto con una bolsa de minisuper con lo que parecen ser bebidas, y tocan en la puerta de un domicilio. Regreso a Avenida Universidad y retrocedo sobre mis pasos. No encuentro el número en los locales desocupados, tampoco en donde venden micheladas. Paso frente a un restaurante de mariscos cerrado que anuncia su nueva dirección. Llego a la agencia Suzuki y me fijo que un auto tiene el color amarillo marcatextos exacto de la Lamy Safari edición limitada 2013. Me llama la atención que la agencia esté cerrada tan temprano y que dejen todas las luces encendidas. Son luces HQI, de lo más poderoso. Realmente hay pocas otras opciones para iluminar un showroom automotriz pero el recibo de luz debe ser impresionante.
Aún no distingo números, me pregunto cómo le hace el cartero. Hay otro grupo de locales con fachadas de crista, creo una agencia de viajes y un distribuidor de fotocopiadoras. Estoy pensando en la correspondencia cuando veo un angosto edificio de oficinas… que tampoco tiene número. En otro horario me imagino que habría un vigilante o recepcionista al que pudiera preguntar pero está ahora todo oscuro y cerrado. La única otra persona que vi, aparte de los que estaban consumiendo micheladas, fue a un tipo que pasó caminando en sentido contrario junto a mi y se me quedó viendo. Se veía medio cholo. El edificio tiene un buzón de plástico transparente en el portal, se ve que hay varias cartas dentro. Se me ocurre la idea de tomar un sobre y ver la dirección, pero me imagino a un vigilante apareciendo de pronto y apuntándome con su spray lacrimógeno. Finalmente llego a un centro de copiado que dice el numero mil cien.
Regreso sobre mis pasos y vuelvo a pasar por los locales de micheladas. Veo en uno a un par de muchachas comiendo un platillo no identificado que parece empanizado ¿será ahí? La verdad ya me aburrí un poco y decido irme. Pero al pasar por los locales desocupados ahí lo veo: el número 1201. No lo había visto por la oscuridad. Me fijo y distingo que todo lo ancho de la manzana es una sola fachada, un solo edificio. Regreso a local donde vi a las muchachas y efectivamente ahí es el restaurante japonés más pequeño que conozco. Me pregunta el mesero si estoy esperando a alguien y le digo que no. Antes me daba pena ir a un restaurante yo solo pero ya estoy bastante acostumbrado. Me dan el menú y me avisan lo que está en promoción al 2×1. No se ve muy elegante y está sospechosamente barato, me pregunto si enfermaré pero para eso momento ya invertí mucho tiempo en dar con el lugar como para irme y me convence la madre de familia que parece que ya conoce el lugar, llega con tres niños y pide montones de comida para llevar. Al final la comida está más o menos, aunque me regalaron un par de pequeñas empanadas de queso que estaban muy sabrosas mientras esperaba que me sirvieran. Me quedé escuchando un podcast de temática bastante nerd mientras en una pantalla pasaban un partido de futbol.
Me quedo pensando qué lugar ocupará este pequeño restaurante en mi agenda de lugares así. Al principio de mi noche me desanimaba la idea de estar solo pero la verdad es que de haber estado acompañado hubiera sido muy distinto. Seguramente no habría dado una segunda vuelta para localizar la dirección exacta ni andado a pie viendo esos lugares raros. No me habría quedado a probar que tal estaba la comida. No lo sé, supongo que así es mi vida. Me quedé pensando en la sensación de caminar por esas calles frías y solitarias, con casas muy bonitas para habitar a cada lado pero nadie que parezca transitar por ahí. El edificio de departamentos disponibles, esperando a llenarse de vida. Me quedo pensando en el guante que me hizo falta todo el día y el que se quedó abandonado no sé donde. En este recorrido, esta pequeña e insignificante aventura, una de tantas, de la que nadie nunca sabrá nada.
Me quedo pensando en el lugar que anduve buscando, el número lo dice todo: Uno-dos.
Cero.
Uno.