Esto se publicó originalmente en Fuimos Instantes.
La extracción de las muelas del jucio es, en mis círculos, un tema controversial. ¿Para qué destruir un miembro perfectamente sano del cuerpo? El argumento a favor suele ser que esa muela está entorpeciendo el desarrollo normal de los demás dientes. Solo que no es así: es la dentadura y la estructura ósea completa la que tiene el problema, eliminar una muela es solamente la opción más sencilla.
Creo que las personas tenemos una relación extraña con los dientes, si el médico nos dijera «tenemos que eliminar ese dedo meñique porque está afectando a esa mano» seguramente saltaríamos de nuestro asiento y huiríamos para no volver jamás a ese consultorio. ¿Pero los dientes? Son más de treinta, uno no hace la gran diferencia.
En mi caso, desde temprana edad he tenido los niveles de calcio por las nubes, esto se remonta a unos estudios que me hicieron décadas atrás debido a una lesión que tuve. Me dijeron que seguramente tendría o ya tenía algún tipo de piedras. Hace un año una dentista, que tiene manos de angel, me tuvo que realizar mi primera extracción. No se trató de una muela del juicio, fue un primer molar con una historia tormentosa: hace 12 años me hicieron una endodoncia (proceso que no recomiendo bajo ninguna circunstancia) porque la pieza se había podrido por dentro debido a una serie de procedimientos mal hechos años atrás. Después de analizar radiografías y expediente médico, la dentista determinó que ella no podía realizar la extracción; había que recurrir al cirujano maxilofacial.
Verán, en el cuerpo toda unión entre dos huesos es una articulación, que consiste en un cartílago flexible. Si se ponen a morder cosas duras cuidadosamente notarán que los dientes no están «clavados en piedra», normalmente tienen un pequeño juego a manera de amortiguamiento, suben y bajan un poco gracias a los cartílagos que los fijan a la mandíbula y cráneo. En mi caso los ligamentos están tan calcificados que las raíces de los dientes están prácticamente adheridas a los huesos de la cabeza. Es decir, la extracción es un infierno. El siguiente nivel sería el de los dientes «fusionados» en que varias piezas dentales se unen en una sola.
Bueno, el caso es que esa dentista recurrió al cirujano maxilofacial, que usa un instrumento de tortura (absténganse de seguir ese enlace si son cardiacos) que corta el hueso a base de golpes. En mi caso el cirujano, bajo fuertes dosis de anestesia, dividió la muela en cuatro y la extrajo en partes. La operación tomó más de tres horas y costó una pequeña fortuna pero a más de un año debo reconocer que ha funcionado perfectamente.
La dentista de ahora, a pesar de mis advertencias, decidió hacer el trabajo ella misma y yo, en un ataque de locura, acepté. Resulta que en el lado opuesto a mi primera extracción tenía una muela del jucio tardía que llevaba años causándome molestias, inflamaciones, sensibilidad, problemas con la encía, etc. No había vuelta de hoja, extraerla era la única opción. La dentista intentó con las pinzas, los forceps, una serie de herramientas cuyo nombre desconozco. Nuevamente pasaron más de tres horas y tuvo que cancelar un par de citas. La muela no salía. Finalmente decidió destrozarla poco a poco con la fresadora. El horror.
Ya con la bata manchada de mi sangre (vi algunas gotas que alcanzaron el techo) me dijo que un fragmento de raíz no iba a salir jamás. Llevo dos dias escupiendo sangre y arruinando las almohadas pues parece que sangro dormido. Con cierta experimentación he llegado a la dosis correcta de ketorolaco, paracetamol y nimesulida que me permite ignorar el dolor. Yo soy una persona a la que no le gusta tomar demasiados medicamentos, en especial si es para algo puramente paliativo como es reducir el dolor. Intentaba minimizar la inflamaciòn, porque me es físicamente imposible abrir la boca más de medio a tres cuartos de centímetro. Creo que la articulación de la quijada quedó demasiado afectada. Ya intenté haciendo palanca con una cuchara y no, no son los músculos lo que lo impide. Supongo que me encuentro en algún estado nebuloso de discapacidad.